El Sant Jordi Club brilló como nunca el pasado día 9 con la llegada del Melodrama World Tour, que trajo a la artista a España por primera vez.
Fue una actuación visceral sin necesidad de gritos, sincera sin lágrimas, elegante pero cercana. Lorde demostró a todos los fans reunidos en Barcelona que la melena alborotada y los labios oscuros característicos de su anterior estilo no solo ya no le hacían falta, sino que escondían mucho más de lo que se podía llegar a pensar. El alto listón que dejó su álbum era difícil de superar en un directo de hora y media, pero el reto no pareció plantearle ninguna dificultad.
La estética de la puesta en escena resultó preciosa en su sencillez. Las luces de neón fueron el único elemento de atrezzo en el escenario, tanto en formas decorativas como situando el nombre del disco, gira e incluso mantra personal de la artista (según sus propias palabras) en el centro de visión de los espectadores. La iluminación, cambiante e intensa, fue suficiente para crear el ambiente necesario. Lorde puso el resto.
La entrada de la neozelandesa con su nuevo single ‘Homemade Dynamite’ bastó para despertar al expectante público, que no bajó el ritmo en ningún momento. Los puntos más altos de la noche fueron indudablemente ‘Ribs’ y ‘The Louvre’, demostrando así que aunque este disco no solo la ha hecho crecer sino evolucionar, nadie olvida ‘Pure Heroine’. Ni pretenden, ni quieren hacerlo.
Quedan pocas artistas que transmitan tanta cercanía y sinceridad con su público como Lorde, quien no dejó de dirigirse a los espectadores en ningún momento de su actuación.
La interpretación de ‘Liability’ llenó la pista de lágrimas de emoción, aunque también tuvo mucho que ver el discurso, o más bien charla, que Lorde mantuvo justo antes de empezar. Animaba a los allí presentes a no dejarse arrastrar por relaciones que comienzan a ser tóxicas, quizás haciendo referencia a alguna vivencia personal. También recalcó lo importante que era para ella, tanto en el ámbito personal como en el artístico, el ver que las cosas que escribía y que venían de su lado más sentimental fuesen acogidas de aquella forma por el público. La cercanía que transmitió aquella escena caló profundamente en el público, marcando esa importante diferencia.
En total, todas las canciones del nuevo disco fueron interpretadas, a excepción de ‘Writer in the dark’ y ‘Sober II’. Mantuvo lo más fuerte de su anterior trabajo, especialmente el single que la catapultó a la fama, ‘Royals’, o canciones como ‘Buzzcut Season’ o ‘Team’. También interpretó dos temas aparte: ‘Magnets’ su colaboración con el dúo británico Disclosure, y ‘Somebody Else’, una cover de The 1975. Curioso es el caso de estas actuaciones, pues la propia artista confirmó que no estaban escogidas al azar. Se tratan de temas que la influyeron o inspiraron de alguna forma en los momentos previos a la creación de ‘Melodrama’, un detalle más que interesante al analizar el disco en perspectiva.
Con solo dos álbumes a sus espaldas, la presencia de Lorde sobre el escenario fue impecable durante toda la noche.
En cuestiones de evolución, es increíble como una artista de apenas veinte años puede dar una lección magistral de cómo reinventarse sin caer en la excentricidad. El estilo oscuro y gótico, de letras sarcásticas y críticas, que dominaba su álbum debut -y con el que se presentó ante el mundo, caracterizándose como la personificación de la rebeldía millenial- ni siquiera se deja ver en este segundo trabajo. Las letras se acercan más a la melancolía de su tema principal, el desamor, y el ritmo es mucho más bailable, incluso más maduro.
La presencia en el escenario sigue ese camino. Y es que si Lorde sintió en algún momento pánico escénico, ha dejado más que claro que lo ha conseguido superar. Es capaz de moverse de un lado a otro con pasos de baile extraños en cualquier persona menos ella, animar al público mientras hace ver que la actuación, más que dirigida a los espectadores, es para disfrute personal. Sonríe entre canción y canción porque tiene razones para hacerlo; no hay mejor manera de superar una ruptura que con un álbum sobresaliente a su costa.
Y con la misma energía que el primer momento, llegó el final. ‘Green Light’ fue un perfecto broche de oro verde que simuló el cierre, aunque tras el coro de ovaciones la artista cedió para interpretar ‘Loveless’ y despedirse una vez más, entre agradecimientos y sonrisas. Pero es un simple hasta luego. Barcelona quiere más Melodrama.
Autor: Elena Carrera Fernández