Un artista alternativo y diferente, con aires de nostalgia y que busca la verdad en cada detalle. Así es Matt Kivel, un joven americano que, a pesar de presentar su quinto disco en solitario, asegura que todo se trata simplemente de un sueño.
Es de Nueva York, formó parte del grupo indie Princeton, y, desde 2012, expresa sus emociones y pensamientos a través de sus canciones como solista. Desde entonces, cuenta con fieles seguidores que se han visto atrapados en atmósferas minimalistas y desgarradoras. Entre el indie-pop, el lo-fi pop y hasta folk, su música siempre mantiene el foco en el mensaje de sus letras oscuras y llenas de esperanza a la vez.
Desde El Rescate Musical hemos querido descubrir su propuesta musical y los detalles de su nuevo disco. Hoy entrevistamos a Matt Kivel.
A partir de una estructura musicalmente sencilla, tus letras cargan con muchas emociones y un gran significado. ¿Crees que en los detalles está la belleza?
Absolutamente, los detalles, pequeñas decisiones que se hacen en cada disco, son la llave de todo el proceso de hacer música para mí. Elevan la canción, la llevan a un lugar santo. Como si la letra de la canción evocara una imagen hiperespecífica, solo una imagen puede transportar al que escucha y sumergirlo en este inmenso mundo visual. Una nota improvisada, o incluso la decisión de hacerle fade a algo en un momento especifico. Todas esas cosas pueden ser muy poderosas.
¿De dónde provienen esos rasgos que hacen de tus canciones algo casi espiritual?
Pongo mucha energía y emoción en las letras de las canciones. Cuando lo canto, intento encontrar el sentimiento y la energía que pueda encajar. Para hacer algo que tenga un sentido profundo para mí. Tampoco me gusta usar muchos acordes. Encuentro que las repeticiones de un par de notas claves proveen el acompañamiento apropiado para lo que estoy intentando hacer, se vuelve hipnótico y te puedes perder, o encontrarte, en algún lugar de la estática.
«El sonido puro, sin palabras, tiene un nivel de misterio y la habilidad de un lienzo»
Tras muchos años escribiendo canciones con música y letra, has descubierto que las piezas instrumentales evocan un estado determinado y transmiten un mensaje atemporal. ¿Qué las hace tan especiales?
No pienso que sea posible el hablar de ciertas emociones o sentimientos, el articularlos en palabras es disminuirlos por completo. Pero el sonido puede canalizarlos de una manera más clara. El sonido puro, sin palabras, tiene un nivel de misterio y la habilidad de un lienzo, de recibir una proyección personal y la interpelación puede ser muy poderosa.
Sobre tu nuevo disco, ‘Last Night in America’, dices que se trata de una protesta silenciosa. ¿En qué consiste exactamente?
No sé si es una protesta hacia algo directamente. Sí hace mención a la época en la que estamos viviendo, pero también está muy desconectado de ella y aislado. Si acaso, es una celebración de la vida. Hay dolor a través del álbum, pero es un disco muy alegre para mí. Está lleno de esperanza. Porque nuestras vidas pueden ser hermosas siempre.
Para grabarlo has convertido tu casa en un estudio. ¿Qué te ha aportado el hecho de grabar y tocar los instrumentos tú mismo y en casa?
Hay partes buenas y malas. Me gusta la calma de todo, la forma en que podía perfeccionar las cosas durante un largo periodo de tiempo, a mi propio paso. Eso fue lindo. Pero al mismo tiempo, extrañé la urgencia y la energía de una sesión de estudio. Extrañé tener a alguien con quien compartir ideas. Me sentí hambriento de colaboraciones hacia el final de la grabación.
¿Hay diferencias entre este nuevo disco y los anteriores?
Hay muchas diferencias, pero también muchas similitudes. Veo cada álbum como la continuación del anterior. Tienen un dialogo el uno con el otro. Hay temas que corren a través de todos ellos. Este nuevo tiene un lenguaje más personal. Hay una cualidad real y vivida en sus letras, acompañada con música muy minimalista y una tanta escasa. Muy abierto a interpretación. Con el paso de los años, siento que he desarrollado mi propio lenguaje de composición y lógica. Y sigo refinándolo y puliéndolo.
«A veces la luz gana. A veces la oscuridad gana. Esperemos y podamos amarnos los unos a los otros de mejor forma en el futuro»
En el videoclip de ‘Two braids’ haces un análisis de la actualidad, comparando dos perspectivas distintas. ¿Qué conclusiones sacas del mundo en el que vivimos?
Creo que es el mismo mundo. Las mismas personas de siempre. La mayoría de las personas son lindas. Hay muchas personas confundidas, personas negligentes, un pequeño grupo de personas con mucho poder que parece son muy avaros y desagradables. Pero todo lo que está pasando hoy en día ha pasado, en cierta manera, durante algún otro momento en el tiempo. No hay algo sin precedentes sobre la ignorancia o la crueldad. Siempre estamos en una disputa entre los elementos de luz y oscuridad de nuestra existencia. A veces la luz gana. A veces la oscuridad gana. Esperemos y podamos amarnos los unos a los otros de mejor forma en el futuro.
En tu música como solista, ¿queda algo del grupo Princeton al que perteneciste?
¡Haha! ¡Sí! Primero que nada, creo que es mi sentido de asombro y obsesión por la música. La música puede ser muy divertida, algo trascendente que afirma la vida. Y algunos momentos que estuve en Princeton fueron de los mejores de mi vida. Llenos de vida y energía alocada. Mi composición ha evolucionado desde ese tiempo, pero durante ese tiempo aprendí cómo hacerlo. Princeton me dio la oportunidad de hacer muchas cosas diferentes y ver qué funciona para mí y qué no.
Por último, para nosotros, la música es un lenguaje poderoso capaz de rescatarte. ¿Qué es para Matt Kivel la música?
La música es la forma de arte más esencial de mi vida. Me hace humano. Me hace sentir algo real pero realmente profundo y alcanzar un lugar que no está normalmente abierto para mí. Por eso la necesito.
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