Desde hace unos años, el Cat Tradicionàrius de Barcelona se ha vuelto uno de los teatros referentes en la ciudad para las músicas de raíz o, si prefieren llamarlo así como lo suelen hacer los trabajadores de la industria discográfica, world music.
El sábado 6 de mayo el teatro acogía el concierto de un artista italiano, afincado en la ciudad, que ha logrado desmarcarse, en su país, como en el nuestro, de la etiqueta de “cantautor”, demasiado limitativa para resumir el espectáculo musical de sus composiciones.
Alessio Arena es escritor y cantor, o, como algún que otro periodista lo ha presentado en Italia, un “cantaescritor”. El italiano, acompañado por un quinteto de músicos catalanes, provenientes de la escena del jazz y del flamenco de la ciudad, presentaba dentro su último trabajo “La Secreta danza” grabado entre Madrid, Barcelona y Nápoles.
Con el teatro lleno, y puntual como ningún otro italiano podría serlo, Alessio sale al escenario con una “gag” simpática que hace reír al público: parece que al italiano le siga dando pánico el escenario, incluso después de haber grabado dos discos, presentado sus libros en varios países, y haber hecho giras internacionales. Sus músicos lo empujan sonrientes y él se acerca a su micrófono y su guitarra tatuada de escritas y extrañas figuras.
Faltan pocas notas y pocos acordes para que su inconfundible voz resuene por todo el teatro como una revelación, a medio andar entre un canto femenino y un llanto masculino. Alessio toca una “cumbia andina”, explica, que está todavía inédita. Y seguido llama al escenario a su banda, presentándola como su “cuerpo de baile”. Los músicos, de hecho, en lugar de ir a coger sus instrumentos, se disponen en fila en el fondo del escenario y, con Alessio unido a ellos, empiezan una coreografía de percusión corporal que tiene mucho del “haka”, la danza ritual de los Maorí.
Un loop electrónico, en algunas canciones, se funde con las percusiones de Toni Pagès, las flautas de Oriol Mula, la guitarra elegantemente flamenca de Pau Figueres, y el bajo tan funky de Guillermo Prat. La mezcla es de lo más camaleónica y atrapa.
Alessio pasa del italiano de “Lorenzo” (un tremendo manifiesto a defensa de los “amores ilegales”, dice, en muchos países) al catalán de “La realitat vista per un artista” (catalán, sí, pero a ritmo de chacarera argentina) y al castellano de “Agosto, dónde estabas”.
La noche se llena de matices con la presencia de tres invitados de lujo: el malagueño Alberto Alcalá con quien Alessio interpreta una emotiva “Graná” a dos voces y guitarra, Gemma Abrié, contrabajista y cantante que lo acompaña en “El mar sobre Barcelona”, desnuda versión de uno de sus primeros temas, y Sara Pi junto a quien Alessio recuerda las aventuras brasileñas de su gira reciente por América Latina, y regala una versión muy correcta de la difícil “Aguas de março” de Tom Jobim.
Intercalando sus canciones con historias, anécdotas divertidas que nunca bajan de tono y, al contrario, aportan argumento a la narración de su concierto, Alessio saluda el público junto a sus músicos, improvisando una “cueca” a lo Violeta Parra y después regalando el último bis, ese “Tutto quello che so dei satelliti di Urano” que es la canción que le hizo ganar todos los premios habidos y por haber en su país de origen.
Ojalá puedan tener la oportunidad de presenciar uno de los conciertos de este artista, porque lo suyo es nuevo, fresco, inédito y terriblemente sincero.
Texto: Maribel Gracià Fotos: Josep Tomàs
Acabo de escucharle. ¡Qué sorpresa de voz!